Cuando rompemos con una pareja, nuestro primer impulso (luego de
llorar y sufrir y preguntarnos repetidamente “¿Por qué?”) es intentar
comunicarnos, encontrarnos, vernos, preguntar, reclamar, echarle y
echarnos la culpa y hasta (¡por Dios!) rogar.
¡Vamos! ¿Quién puede decir, con total honestidad, que nunca ha estado
en ese lastimoso lugar? Sin embargo, si logramos refrenar el primer
impulso, tendremos muchas más oportunidades de recuperar nuestra pareja, que si nos dejamos llevar por la angustia, la desesperación y la auto-conmiseración.
Si nuestra pareja es quien decidió poner fin a la relación (y de esa
situación estamos hablando), debemos entender, antes de dar un solo
paso, que ha habido motivos para que esto suceda. ¿Sabemos cuáles son?
¿Nuestr@ ex se ha encargado de detallarlos? Si los conocemos, ¿nos hemos
detenido a pensar en ellos?
Si aún no lo hemos hecho, éste es el momento. Porque lo que nuestra ex – pareja necesita ahora es calma, tranquilidad y espacio.
¡Sí, déjal@ respirar!
Acosar a alguien que ha terminado con una relación, por los motivos que fuere, no es el mejor plan para conseguir que regrese.
Las razones por las cuales debemos dar espacio a una ex pareja son
varias. En primer lugar, es bueno para los dos descubrir cómo es la vida
sin el otro. Si “desaparecemos” por un tiempo, daremos a nuestr@ ex la
oportunidad de extrañarnos, reflexionar, pensar en la relación. Quizás
descubra, por sí mism@, que, después de todo, no era una separación lo
que realmente quería.
Por otro lado, no acosarl@ es mostrarle que podemos vivir
perfectamente sin él/ella. La falta de comunicación por nuestra parte
despertará, cuando menos, su curiosidad. Y, muy probablemente, su
interés. Además de sacar de sus hombros la pesada carga de ser
responsables de nuestra felicidad o infelicidad.
Por otra parte, el hecho de continuar con nuestra vida (y que nuestro
ex se entere, en forma casual, de ello) también será un motivo para que
piense en nosotr@s y en los momentos que compartimos. Más aún, sentirá
que, si decide volver, probablemente no será tan fácil recuperarnos,
dado que también tenemos nuestro propio espacio y, aparentemente, nos
sentimos muy bien en él.
Debemos tener claro que “dar espacio” significa cero comunicación: no
llamar por teléfono, ni enviar mensajes de texto; no preguntar a sus
amigos por su vida, ni tratar de conseguir información en forma
subrepticia; no provocar encuentros “casuales” ni asistir a reuniones a
las que sabemos que también asistirá. En una palabra: darle a entender
que no estamos muriendo por la ruptura.
Si, repentinamente, nuestra ex pareja nos invitara a un encuentro
“amistoso”, trataremos de lucir lo mejor posible. No haremos ninguna
mención a nuestra relación pasada, ni a los buenos momentos que hemos
pasado juntos. Si él/ella sacara el tema, no está mal reconocer los
errores que podamos haber cometido, pero sin cargar las tintas,
obviamente.
¡De lo contrario!
Lograremos el efecto contrario y sentirá que romper la relación ha
sido la mejor decisión de su vida. Contestaremos amablemente sus
preguntas sobre nuestra vida, pero sin entrar en detalles: dejaremos
claro, sin decirlo abiertamente, que esto ya no le incumbe y no tiene
derecho a preguntar.
Darle espacio no sólo significa no invadir su privacidad, sino
hacerle sentir que ya no formamos parte de su vida, que romper no ha
sido tan terrible, y que podemos seguir adelante cada uno por su lado.
Tengamos en cuenta, eso sí, que el tiempo y la distancia también
pueden jugarnos en contra: quizás él/ella comience a disfrutar de ese
tiempo sin nuestra presencia, y ya no quiera volver. O, quizás,
descubramos que podemos ser felices sin una pareja. Prepárate para
cualquiera de las posibilidades, y aprende a disfrutarlas.
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