viernes, 5 de septiembre de 2014

Cuando rompemos con una pareja, nuestro primer impulso (luego de llorar y sufrir y preguntarnos repetidamente “¿Por qué?”) es intentar comunicarnos, encontrarnos, vernos, preguntar, reclamar, echarle y echarnos la culpa y hasta (¡por Dios!) rogar.
¡Vamos! ¿Quién puede decir, con total honestidad, que nunca ha estado en ese lastimoso lugar? Sin embargo, si logramos refrenar el primer impulso, tendremos muchas más oportunidades de recuperar nuestra pareja, que si nos dejamos llevar por la angustia, la desesperación y la auto-conmiseración.
Si nuestra pareja es quien decidió poner fin a la relación (y de esa situación estamos hablando), debemos entender, antes de dar un solo paso, que ha habido motivos para que esto suceda. ¿Sabemos cuáles son? ¿Nuestr@ ex se ha encargado de detallarlos? Si los conocemos, ¿nos hemos detenido a pensar en ellos?
Si aún no lo hemos hecho, éste es el momento. Porque lo que nuestra ex – pareja necesita ahora es calma, tranquilidad y espacio.

¡Sí, déjal@ respirar!

Acosar a alguien que ha terminado con una relación, por los motivos que fuere, no es el mejor plan para conseguir que regrese.
Las razones por las cuales debemos dar espacio a una ex pareja son varias. En primer lugar, es bueno para los dos descubrir cómo es la vida sin el otro. Si “desaparecemos” por un tiempo, daremos a nuestr@ ex la oportunidad de extrañarnos, reflexionar, pensar en la relación. Quizás descubra, por sí mism@, que, después de todo, no era una separación lo que realmente quería.

Por otro lado, no acosarl@ es mostrarle que podemos vivir perfectamente sin él/ella. La falta de comunicación por nuestra parte despertará, cuando menos, su curiosidad. Y, muy probablemente, su interés. Además de sacar de sus hombros la pesada carga de ser responsables de nuestra felicidad o infelicidad.
Por otra parte, el hecho de continuar con nuestra vida (y que nuestro ex se entere, en forma casual, de ello) también será un motivo para que piense en nosotr@s y en los momentos que compartimos. Más aún, sentirá que, si decide volver, probablemente no será tan fácil recuperarnos, dado que también tenemos nuestro propio espacio y, aparentemente, nos sentimos muy bien en él.
Debemos tener claro que “dar espacio” significa cero comunicación: no llamar por teléfono, ni enviar mensajes de texto; no preguntar a sus amigos por su vida, ni tratar de conseguir información en forma subrepticia; no provocar encuentros “casuales” ni asistir a reuniones a las que sabemos que también asistirá. En una palabra: darle a entender que no estamos muriendo por la ruptura.
Si, repentinamente, nuestra ex pareja nos invitara a un encuentro “amistoso”, trataremos de lucir lo mejor posible. No haremos ninguna mención a nuestra relación pasada, ni a los buenos momentos que hemos pasado juntos. Si él/ella sacara el tema, no está mal reconocer los errores que podamos haber cometido, pero sin cargar las tintas, obviamente.

¡De lo contrario!

Lograremos el efecto contrario y sentirá que romper la relación ha sido la mejor decisión de su vida. Contestaremos amablemente sus preguntas sobre nuestra vida, pero sin entrar en detalles: dejaremos claro, sin decirlo abiertamente, que esto ya no le incumbe y no tiene derecho a preguntar.
Darle espacio no sólo significa no invadir su privacidad, sino hacerle sentir que ya no formamos parte de su vida, que romper no ha sido tan terrible, y que podemos seguir adelante cada uno por su lado.
Tengamos en cuenta, eso sí, que el tiempo y la distancia también pueden jugarnos en contra: quizás él/ella comience a disfrutar de ese tiempo sin nuestra presencia, y ya no quiera volver. O, quizás, descubramos que podemos ser felices sin una pareja. Prepárate para cualquiera de las posibilidades, y aprende a disfrutarlas.

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